Hablemos de sexualidad y disfunciones sexuales

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Hablar de sexualidad no es hablar de sexo, es hablar de política y de religión, de heridas históricas.

De igual forma es hablar de normativa y por tanto de poder, un poder que hace todo lo posible por devaluar, estigmatizar y juzgar toda vivencia que salga de la norma, que nos hace vivir y creer en una sexualidad.

Por lo tanto, hablar de esta sexualidad es importante y necesario para redefinir, resignificar y finalmente asumir y vivir desde una mejor perspectiva aquello a lo que estábamos nombrando sexualidad.

El objetivo de este artículo es analizar las disfunciones sexuales, no sólo como disfunciones sino a partir de la comprensión y análisis de éstas.

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¿Qué son las disfunciones sexuales?

Las disfunciones sexuales, menciona Álvarez-Gayou (2011), son alteraciones persistentes de una o varias fases de la respuesta sexual que provocan problemas y molestias al individuo o pareja.

Las fases de la respuesta sexual (tomando en cuenta el modelo de Álvarez –Gayou) son:

  1. E.S.E (Estímulo sexual efectivo).
  2. Excitación.
  3. Meseta.
  4. Orgasmo.
  5. Resolución.
  6. Periodo Refractario.

De manera que una disfunción se genera cuando existe un incremento, o decremento, en alguna de estas fases.

Algunos ejemplos:

  • Un decremento en la fase de excitación produce ausencia o deficiencia de lubricación vaginal, es decir, hipolubricación; y en los hombres produce incompetencia eréctil.
  • En la fase del orgasmo, un incremento produce un fenómeno llamado multiorgasmia (que no es considerado como disfunción), en cambio el decremento constituye la anorgasmia.

Otras disfunciones sobre las que se debe tener conocimiento

Las disfunciones que no se consideran específicas de una fase, porque pueden presentarse en una o varias de éstas, son:

  • La dispareunia caracterizada por un dolor persistente durante la relación sexual
  • El vaginismo que consiste en la contractura involuntaria de la musculatura vaginal y perineal, que vuelve imposible y/o muy dolorosa la penetración.

Es importante también entender que las disfunciones pueden ser:

  • Primarias, es decir, cuando siempre han existido.
  • Secundarias si aparecen después de un período de funcionamiento adecuado. Estas son las más comunes.
  • Pueden ser selectivas, cuando por ejemplo te pasa con una persona, pero con otra no.
  • También situacionales, cuando por ejemplo se presenta solamente durante el embarazo.

Causas de las disfunciones

Las causas de las disfunciones pueden ser biológicas o psicológicas.

Las biológicas se refieren a los factores anatómicos y fisiológicos que pueden alterar la función sexual.

En las psicológicas aparecen los mecanismos psíquicos que, directa o indirectamente, se convierten en causas de una disfunción sexual.

Tales mecanismos psíquicos pueden ser:

  • El carácter
  • Personalidad
  • Mecanismos de defensa y ansiedad
  • Condiciones y situaciones frustrantes o amenazadoras para el individuo provocan un conflicto que puede afectar su respuesta sexual.

En la mayoría de los casos, las disfunciones representan un síntoma como respuesta a una situación inconsciente que amenaza al individuo y que se liga con una serie de factores socio-educativos.

Por lo tanto, el problema se deriva muchas veces, de la percepción que la persona tiene de cómo debería de ser su desempeño.

De la misma manera puede ser causada debido a la ansiedad generada por las expectativas que se tienen desde lo social y culturalmente establecido.

Así, a través de la experiencia, la historia, la educación, la cultura, entre otros factores, las personas van estructurando verdades, mientras más concuerde la experiencia con la representación ideal que se tenía, más lo aceptaran como real y verdadero.

Sin embargo, se corre el riesgo de desechar todo aquello que no concuerde con las propias representaciones.

A partir de esta experiencia de discernimiento, las personas se topan con etiquetas que los pueden llevar a vivirse como “buenos”, “normales”, “funcionales” o bien todo lo contrario: “malos”, “anormales”, “disfuncionales”, entre otras etiquetas.

Hacia un entendimiento del panorama relacionado a la disfunción en México

Álvarez-Gayou (2011), expresa que, en México, que tiene más de 100 millones de habitantes, debe haber más de 10 millones de mujeres anorgasmicas y 15 millones de varones eyaculadores precoces.

La cifra mencionada se puede considerar como una cantidad altísima y analizando un poco esta premisa entendemos que:

  • Se le ha llamado a la experiencia de ser incapaz de lograr un orgasmo: “anorgasmia” y a la experiencia de no poder controlar la eyaculación: “eyaculación precoz”.
  • Pareciera que la experiencia de la persona que sea igual o similar a la antes descrita, encasilla y etiqueta a la persona en la categoría de “disfuncional”.
  • Esta categoría considera que la mujer tiene que llegar al orgasmo para no ser anorgásmica y todo varón debe controlar su eyaculación para no ser considerado eyaculador precoz.
  • Sin analizar las causas de la experiencia de “la anorgasmia” o de la “eyaculación precoz”, la persona adoptará una vivencia de disfunción en la sexualidad.
  • La vivencia de disfunción implicará la construcción de una identidad en donde la persona considere que “algo está haciendo mal”, que “no es lo suficientemente buen hombre/mujer”.
  • Como consecuencia de la identidad construida el goce de su sexualidad se verá indudablemente coartado y lastimado.
  • Esto regularmente lleva a las personas a buscar adaptar su experiencia o negarla para no sentirse rechazada ni poner en riesgo su integridad; sin embargo, como consecuencia esto trae altos niveles de ansiedad y no resuelve el problema.

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¿Cómo debe ser entendida la sexualidad?

La sexualidad entonces debería entenderse y tratarse desde la experiencia de cada persona, así lo más correcto, sería hacer referencia a sexualidades, pues a pesar de poder sacar conclusiones, estadísticas y explicaciones de cómo vivimos la sexualidad, con este término, reducimos la vivencia a una sola “verdad”.

¿A qué me refiero?

Por ejemplo, a partir de lo que cuentan y veo en el “porno”, deduzco que el gemir de una mujer es excitante para los hombres por lo tanto aprendo que “gemir durante el coito es estimulante para el hombre”.

Así, adapto la experiencia de gemir a la vivencia de la sexualidad porque aprendí y generalicé que eso es lo que “gusta”.

Sin embargo, gemir no es su elección, simplemente incorpora el elemento porque así cree que lo hacen los demás, lo cual lo(a) aleja de una experiencia que pueda generarse desde el autoconocimiento, que sea espontánea o libre de prejuicios.

Lo anterior convierte la sexualidad en una representación de lo que cree que debe ser. Y al ser una creencia y no una elección, se puede derivar una disfunción, por ejemplo, hipolubricación.

O bien, doy por hecho que a mi pareja le encantan los gemidos, pero la realidad es que no, y entonces puede perder la excitación.

Por lo que lo más importante, es hablar de todo esto al interior de la pareja, y sobretodo conocer lo que a cada uno le gusta y lo que no.

Conclusión

Las disfunciones no son sólo disfunciones, son síntomas que nos dan información, son alertas, focos rojos que invitan a reflexionar acerca del cómo cada uno está viviendo su sexualidad.

Lo recomendable, además, es que se acerquen a un profesional, en este caso, un sexoterapeuta que pueda brindarles herramientas para trabajar de raíz la disfunción, así como analizar los mecanismos que la generan.

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Bibliografía

  1. Álvarez-Gayou, J. L. (1986). Sexualidad en la pareja. México: Manual moderno.
  2. Álvarez-Gayou, J. L. (2011). Sexoterapia integral. México: Manual Moderno.
  3. Kaplan, H. S. (1978). La nueva terapia sexual 1. Madrid : Alianza.

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